Saturday, December 27, 2008

Letrinas

Water, excusado, lavabo, trono, cagadero, y un sin fin de sustantivos de este peculiar utilitario que día a día nos saluda y se lleva consigo toda nuestra porquería, ¿no es asombroso?, todo el mundo habla de la nevera, el ordenador, el coche como mejor invento, pero si nos paramos a mirar este peculiar miembro de nuestro baño, sin duda alguno daremos gracias por tenerlo siempre a mano. No le hacemos ascos si es uno de gasolinera, en el cual estás más pendiente de que no te coman las cucarachas que apuntar bien con el aparato, o en el de algún garito de mala muerte, en la que puedes encontrarte diferentes tipos de sustancias, desde el típico riego de orines por algún borracho sin sentido de la percepción, hasta las papillas del niñato más patético que apostó que bebería más que ninguno de sus compañeros, ah!, y en algunos casos la evidencia de que 2 personas han estado haciendo bebés.

Pero sin duda, preferiría quedarme con ellos dos horas encerrado, a pasar unos minutos en las letrinas antiguas. Para las nuevas generaciones de chavalines, quizás les suene a chino, para las antiguas quizás que también, así que lo explicaré a grandes rasgos. Las letrinas eran un agujero lleno de mierda.

Verídico, era un agujero plantado en el suelo el cual ves con resignación cuando descubres que existe por primera vez y no te quedan más narices que dejar tu firma personal allí.

Así pues, contemos la historia de Robertito, Robertito es un chico del todo pijo, con sus polos lacoste, pantalones pepe jeans y náuticos de calzado, todo un pijo vamos; Es el típico que encaja en su grupo de amigos y que necesita demostrar todo el tiempo que es “superguay” y que es un tío “mazo enrollao”, además, suele ser el que les pasa pastillas a sus amigos por un precio bastante alto en comparación como se las deja a él su amigo el chino, compañero de algún curso de la ESO.

La historia de Robertito comienza una semana cualquiera, en la que sus amigos le preguntan que se le gustaría ir a las fiestas del pueblo de Sergi, en las que allí hay mazo de pivas y que se pilla de seguro; Esas palabras para Robertito le sonaron a gloria, ya que siempre estaba pensando en féminas y en pinchárselas vamos.

Llegó el fin de semana y el primo del Sergi les llevó en coche hacia allí (Sí, les tuvieron que llevar, aún son unos mocosos). Después de matarse a onanizaciones para quitarse el estrés de encima, salieron en busca de los colegas del Sergi, para que les presentasen a las supuestas pivas con las que se pillaba de seguro, y tan de seguro, resultaron ser unos cayos de cuidado, más feas que un pie y ya no hablamos de los problemas de halitosis de algunas (Se preguntarán el por qué ser fea implica estar desesperada por los tíos, simplemente es por el mero de hecho de que lo están, o sino no pescan nada, y si no quieren nada, no las considero mujeres, pero tampoco sé sobre este tema demasiado, ya que servidor no es alguien feo, y por supuesto, ninguna mujer). En fin, no quedaba más remedio que resignarse ante aquel suceso y darle una paliza al Sergi al día siguiente.

Empezaron a salir de copas, bebiendo sus buenos pelotazos de Ballantines limón a 2 €, por lo que consideraron que les estaban metiendo un garrafón de los buenos, pero no importaba, lo que primaba era ponerse ciegos de alcohol hasta no diferenciar las caras de las supuestas féminas que les atormentaban con su aliento.

En eso, Robertito se sintió algo mal del estomago, se ve que era la primera vez que le daba al garrafón y su cuerpo acostumbrado al caviar, los patés de pavo real y queso de nombres impronunciables decidió que por sus narices todo eso tenia que salir, por cualquier agujero, daba lo mismo. Que suerte la suya que el agujero elegido era el menos indicado para aquella situación.

Ando disimulando cerrando las piernas como buena modelo de pasarela, para que no se cayera al suelo todo el regalo, era un pijo, debía de comportarse como tal, aunque pareciese un bujarrilla. Llegó al preciado baño, con las paredes coloreadas de unas tonalidades marrones que no llegó a distinguir de qué podrían ser, tampoco le interesaba demasiado en la situación en la que estaba, ya que sus ojos se precipitaron hacia abajo al ver que no había un lavabo en su lugar.

Primeramente se pregunto que sala era aquella, quizás una habitación donde tiraban residuos por el agujero, o quizás una sala dedicada especialmente a vomitar, pero Robertito, aunque algo lento, no era tonto del culo, al momento ya se empezó a oler el asunto, y créanme que no le hizo ninguna gracia. Robertito decidió entrar al baño de señoras, más fue a dar con que estaba ocupado, parece que su suerte no cambiaba.

Así que no le quedo más remedio que enfrentarse a aquel adversario, se había metido en peleas con otros pijos, había vacilado a algún viejo por la calle, pero nada como este desafío, así que se puso manos a la obra, el tiempo corría.

Se detuvo unos instantes en ver como debería de ponerse para el acto, se fijó en que cerca de él, había una especie de rayitas, las típicas que hay para que uno no se resbale con los pies. Se bajó los pantalones con sumo cuidado, eran nuevos para esta ocasión, y les iba a dar un buen estreno, casi rozaban la porcelana del suelo, pero gracias a una mano conseguía elevarlos para que no ocurriera. Lo siguiente era hacer puntería, ya que Robertito era como una gatito, más limpio que el mayordomo del tenn, y la idea de ver su creación en un plato de porcelana no era una visión que quisiera recordar jamás, además que el siguiente que pudiese entrar le tachara de ser un puto guarro, hablando en plata.

Estando en cuclillas, el agujero le llegaba algo lejos, por lo que tenia que estirarse, aquella idea por la cabeza le dio un escalofrío, ya que se imagino estirándose, y en un mal calculo de equilibrio, caerse de culo encima de todo el plato lleno porquería y mierda de otras personas, que con suerte pillaría el tifus y con mala alguna enfermedad aún por descubrir.
Pero Robertito se sintió iluminado, pensó que estando de cuclillas se podría estirar lo suficiente para apoyarse la espalda contra la pared y así poder acertar en todo el agujero, pero como no, la pared estaba repletita de meados resecos de compañeros de borrachera de algún otro día.
Se puso varias tiras de papel higiénico tras su espalda, a modo de capa de superhéroe, pero de héroe no tenia nada, era un inepto y si le llegan a ver sus amigos, el hazme reír de todo el pueblo. Se bajó de nuevo y en un acto de valentía, se impulso rápidamente para llegar a la pared, más cual fue su sorpresa que se había olvidado completamente del tuvo que baja de la cisterna para limpiar un poco todo aquello con agua. El típico grito de dolor se reemplazó por una variedad de palabras malsonantes y recuerdos a la madre del inventor de las letrinas y no solo eso, sino que ya el objetivo estaba empezando a asomar la cabeza.
Parecía que estaba todo controlado y que podría comenzar su viaje al paraíso de la satisfacción intestinal, pero no, hoy no era su día, parecía haber gente rondando, llamando a las puertas y abriéndolas despacio para ver si no había nadie. No podía dejar que le vieran así, enseñando todos sus atapujos y en aquella postura tan estrafalaria.
Elevó una pierna y la estampó contra la puerta, a la par que un grito diciendo ocupado seguido de otro vocablo mal sonante, pero para sostenerse y mantener el equilibrio, tuvo que solicitar ayuda de una de sus manos libres y apoyarla contra la pared, debía elegir, o llenarse el culo de mierda, o la mano. Cayó en la cuenta que aquella posición no era del todo buena, imagínense que ocurriría si alguien borracho le metiese una patada a la puerta, adivinen a dónde iría Robertito, ¿interesante no? Pero Robertito se concentró en ir directo al meollo y echar todo lo que tenia en su interior. La barra cada vez le hincaba más en la espalda y pensaba ya que reemplazaba a su actual columna vertebral, mientras que en la pierna estaba sufriendo unos fuertes calambres por tenerla demasiado tiempo en tensión, y no solo eso, para colmo esa posición le impedía una correcta dilatación del ano, por lo que aquello parecía como si alguien estuviese cortando jamón en laminas.

Pero su agonía aún no había terminado, todo el mundo sabe que cuando se está en el trono apretando, la vejiga también se anima a acompañar al intestino, con lo que Robertito rápidamente tuvo que elegir que mano usar para cambiar la inclinación de el aparato reproductor y que no pusiese los pantalones hasta arriba de sus meados, eligió la mano con la que se apoyó a la pared, sus pantalones eran demasiado preciados para que tocasen aquel suelo enfangado, así que solo hizo algo más de fuerza con la pierna que tenia estirada contra la puerta para que nadie la abriera y así se apoyara más firmemente contra la pared, aunque el tubo de la cisterna le estuviese haciendo polvo.

Pasó un rato y ya Robertito rezaba por salir de aquel lugar comparable a un cuarto de tortura. Cuando termino, aún no tenia la pierna del todo recuperada de los calambres, con lo que decidió tirar de la cadena desde aquella posición, jamás podrá haberse retractado de aquella decisión. En cuanto tiró de la cadena, una cantidad de agua pestilente salió de el tuvo de la cisterna a toda presión, dejando el culo de Robertito y el suelo del cuarto lleno de agua enfangado, también mencionar que los pantalones de Robertito también se calaron con esa agua de alcantarilla.
El semblante de Robertito era todo un cuadro, quería matar a alguien y pensó que peor ya no le podría ir, en eso uno de sus amigos abrió la puerta y vio todo el panorama. Tranquilos, esto no ocurrió, bastante ha tenido ya Robertito con esta experiencia, pero esta le enseñó una valiosa lección.

La próxima vez, haz cola en el de pivas.

2 comments:

Musoljos said...

Texto escrito en el 2005 (creo recordar)

Anonymous said...

En fin...

Creo que no voy a decir nada.

^.^